¿Alguna vez has hecho una foto con luz preciosa y al revisarla en la cámara te ha salido con un tono azulón o amarillento que no viste en persona? Tranquilo, no estás solo. Eso tiene nombre y se llama temperatura de color. Es uno de esos conceptos clave que, aunque suene técnico, influye muchísimo en el aspecto final de tus imágenes. Si quieres que tus fotos se vean naturales —o creativamente impactantes— necesitas entender cómo funciona la luz y cómo controlarla.
En este artículo te voy a contar, de forma sencilla y directa, qué es la temperatura de color, cómo influye en tus fotos y, lo más importante, cómo ajustarla para que trabajes como un profesional. Tanto si eres aficionado con ganas de mejorar, como si ya llevas tiempo en esto y quieres refinar tu técnica, aquí encontrarás las claves para dominar uno de los aspectos más importantes (y a menudo olvidados) de la fotografía. Vamos a ello.
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¿Qué es la Temperatura de Color?
La temperatura de color es una forma de describir el tono o “color” de la luz que ilumina una escena. Aunque a simple vista la luz pueda parecer blanca, no todas las fuentes de luz tienen la misma tonalidad. Algunas tienden a ser más cálidas (con tonos anaranjados o rojizos), y otras más frías (con tonos azulados). Esa variación es precisamente lo que medimos cuando hablamos de temperatura de color.
En fotografía, entender la temperatura de color te permite controlar mejor cómo se ven los colores en tus imágenes. Por ejemplo, si haces una foto en una habitación con bombillas incandescentes y no ajustas bien la cámara, es probable que todo salga con un tono anaranjado. No es que el color esté mal, es que la temperatura de color de esa luz es más cálida de lo que tu cámara espera.
Cómo se mide
La temperatura de color se mide en grados Kelvin (K). Cuanto más baja es la cifra, más cálida es la luz; y cuanto más alta, más fría. Por ejemplo, una vela tiene una temperatura de color de unos 1.800 K (muy cálida), mientras que la luz de un día nublado puede estar por encima de los 7.000 K (más azulada).
Saber estos valores no es solo teoría: te ayuda a configurar la cámara con más precisión, sobre todo si disparas en modo manual o ajustas el balance de blancos a mano. Y si editas en RAW, tener una referencia clara de la temperatura de color real de la escena te da un punto de partida mucho más fiable en el postprocesado.
Diferencia entre luz cálida, neutra y fría
Las luces cálidas, con temperaturas de color entre 1.500 K y 3.500 K, generan ambientes acogedores, íntimos y con tonalidades rojizas o amarillas. Son típicas de interiores con luz artificial o al atardecer.
La luz neutra, que ronda los 5.000 a 5.500 K, es la que se considera más cercana a la luz del mediodía. Es una luz más blanca y equilibrada, ideal para mantener los colores lo más fieles posible a la realidad.
Por otro lado, las luces frías, por encima de 6.000 K, tienden al azul. Este tipo de temperatura de color es habitual en días nublados o en sombras abiertas. Puede transmitir sensaciones de frialdad o distancia, pero también se usa de forma creativa para lograr efectos dramáticos o futuristas.
Fuentes de luz comunes y su temperatura de color
Una de las primeras cosas que aprendemos en fotografía es que no toda la luz es igual. Y no me refiero solo a la intensidad, sino al color. La fuente de luz que estés utilizando —sea natural o artificial— tiene una temperatura de color propia que afecta directamente al aspecto de tus fotos. Por eso, si entiendes cómo se comporta cada tipo de luz, vas a tener mucha más libertad para corregirla o, si lo prefieres, aprovecharla creativamente.
Luz natural: amanecer, mediodía, atardecer
La luz natural cambia a lo largo del día, y con ella cambia también su temperatura de color. Durante el amanecer y el atardecer, la luz tiende a ser más cálida, con tonos dorados o rojizos que rondan los 2.000 a 3.000 Kelvin. Es perfecta para retratos suaves, escenas con atmósfera o paisajes con mucha emoción visual. A esto se le conoce como «la hora dorada», y no es casualidad que sea la favorita de muchos fotógrafos.
Al llegar al mediodía, cuando el sol está en lo alto, la luz se vuelve mucho más blanca y neutra, con una temperatura de color cercana a los 5.500 K. Aquí los colores se ven más reales, pero también más planos si no hay sombras interesantes. En días nublados, esa temperatura sube aún más —puede superar los 6.500 K— y da una dominante azulada que hay que corregir si buscas fidelidad en los tonos de piel o en productos, por ejemplo.
Luz artificial: bombillas, LED, flash, fluorescentes
La luz artificial es aún más impredecible. Cada tipo de fuente tiene una temperatura de color distinta, y no siempre lo notas a simple vista hasta que ves la foto.
Las bombillas incandescentes, por ejemplo, emiten una luz muy cálida, alrededor de los 2.700 K. Si no ajustas bien el balance de blancos o la temperatura de color manualmente, tus fotos pueden salir completamente anaranjadas. Las luces LED, por su parte, varían bastante: algunas simulan luz natural (unos 5.500 K), pero otras son demasiado frías o demasiado cálidas, según el modelo.
El flash suele estar calibrado para imitar la luz del día, con una temperatura cercana a los 5.500 K, lo que lo convierte en una herramienta bastante neutra. Sin embargo, cuando se combina con luz ambiente (como bombillas o luz de atardecer), puede generar mezclas de color que hay que equilibrar en cámara o en edición. Y los fluorescentes son los más traicioneros: su temperatura de color varía mucho según el tipo y suelen generar tonos verdosos poco favorecedores si no los compensas correctamente.
Cuadro de referencias con temperaturas de color típicas
A modo de guía rápida, aquí tienes una tabla con algunas temperaturas de color comunes en diferentes situaciones de iluminación:
Fuente de luz | Temperatura de color (Kelvin) |
---|---|
Vela | 1.800 K |
Bombilla incandescente | 2.700 K – 3.200 K |
Amanecer / Atardecer | 2.000 K – 3.500 K |
Luz de tungsteno | 3.200 K |
Luz de flash / Luz del día | 5.500 K |
Día nublado | 6.500 K – 7.000 K |
Sombra abierta | 7.000 K – 8.000 K |
Luz LED (según modelo) | 2.700 K – 6.500 K |
Fluorescente | 4.000 K – 5.000 K (varía) |
Conocer estas referencias no solo te ayuda a ajustar la temperatura de color en cámara, también te permite anticiparte a los resultados, especialmente cuando trabajas con fuentes mixtas. Porque al final, dominar la luz —y por tanto la temperatura de color— es lo que convierte una foto correcta en una foto realmente profesional.
Cómo ajustar la temperatura de color en tu cámara
Saber qué es la temperatura de color está muy bien, pero dominarla en la práctica empieza por aprender a ajustarla en tu cámara. Y sí, aunque muchas veces confiamos en que el modo automático lo resuelva todo, lo cierto es que entender cómo configurarla manualmente puede ahorrarte muchos disgustos —y muchas horas frente al ordenador corrigiendo fotos en edición.
Ajustes automáticos vs manuales (AWB, Kelvin, preajustes)
La mayoría de las cámaras vienen configuradas por defecto en AWB (Auto White Balance), lo que significa que la cámara intenta interpretar la temperatura de color de la escena y corregirla por sí sola. En condiciones de luz uniforme, suele funcionar bien. Pero en situaciones complicadas —como interiores con varias fuentes de luz, escenas nocturnas o puestas de sol—, el automático puede fallar y darte resultados poco naturales.
Por eso, es muy útil familiarizarte con los preajustes que incluyen casi todas las cámaras: luz de día, sombra, nublado, tungsteno, fluorescente, flash… Cada uno de estos preajustes aplica una corrección pensada para una temperatura de color concreta. No es tan preciso como hacerlo de forma manual, pero suele ser más fiable que el modo automático.
Ahora bien, si realmente quieres controlar la escena, lo mejor es ajustar la temperatura de color manualmente en grados Kelvin. En la mayoría de cámaras réflex y mirrorless puedes hacerlo seleccionando directamente el valor que quieres: por ejemplo, 5.500 K para luz de día o 3.200 K para interiores con bombillas cálidas. Esta opción es la más flexible porque te permite adaptarte a cualquier situación con total control.
Cómo medir correctamente la luz en escena
Para ajustar bien la temperatura de color, lo ideal es observar el tipo de luz que tienes delante. ¿Es cálida o fría? ¿Es luz natural o artificial? ¿Hay varias fuentes con diferentes tonos? Si tienes dudas, lo mejor es usar una carta gris neutra o una tarjeta de balance de blancos. La colocas en la escena, haces una foto y luego configuras el balance personalizado desde esa referencia.
Otra opción práctica es hacer una foto de prueba y revisar el resultado en pantalla. Muchas cámaras actuales te permiten ver el histograma de color o incluso una vista previa del balance de blancos. Si ves que la imagen tiene un tinte anaranjado o azulado que no se corresponde con la escena real, probablemente necesitas ajustar la temperatura de color hasta neutralizarlo.
Recomendaciones según tipo de fotografía
Cada estilo fotográfico tiene sus particularidades en cuanto a luz, así que te dejo algunas recomendaciones útiles para ajustar la temperatura de color según el tipo de fotografía que estés haciendo:
- Retratos: La piel humana es muy sensible a los cambios de tono. Si trabajas con luz natural, un valor entre 5.000 K y 5.800 K suele funcionar bien. Con luz artificial, asegúrate de compensar las dominantes cálidas o frías para que los tonos de piel se vean naturales.
- Paisaje: En exteriores, la luz cambia mucho a lo largo del día. Durante el amanecer o el atardecer, puedes mantener la temperatura de color más cálida (3.500 K a 4.500 K) para conservar el ambiente dorado. Al mediodía, valores entre 5.500 K y 6.000 K son más equilibrados.
- Interiores: Aquí lo complicado es la mezcla de luces. Si trabajas con bombillas cálidas (como las incandescentes), ajusta la cámara a 3.200 K. Si usas luz LED neutra, puedes subir a 4.500–5.000 K. Siempre es recomendable usar una fuente principal bien controlada.
- Nocturnas: La noche introduce dominantes muy frías, especialmente en exteriores urbanos con farolas LED o fluorescentes. Puedes jugar con valores altos (6.500 K o más) si quieres mantener la atmósfera azulada, o bajarlos si prefieres una imagen más cálida y estilizada.
Preguntas frecuentes
¿La temperatura de color afecta directamente al aspecto final de una fotografía?
Sí, afecta de forma directa. La temperatura de color determina si los tonos de una imagen se verán más cálidos (amarillos o anaranjados) o más fríos (azulados). Si no está bien ajustada, los colores pueden verse irreales o poco naturales. Corregirla desde la cámara o en edición es esencial para lograr resultados fieles y profesionales.
¿Es necesario ajustar manualmente la temperatura de color en cada sesión?
Depende de la situación. Si trabajas con una fuente de luz constante (por ejemplo, en estudio o exteriores con luz solar estable), puedes usar un ajuste manual o preajuste sin problemas. Pero si estás en condiciones cambiantes (como interiores con varias luces o al atardecer), lo ideal es ajustar manualmente o disparar en RAW para corregirlo luego con precisión.
¿La cámara ajusta sola la temperatura de color con el balance de blancos automático?
Sí, pero no siempre lo hace bien. El balance de blancos automático (AWB) intenta interpretar la luz de la escena, pero puede equivocarse en situaciones con iluminación mixta, luz artificial o tonos muy dominantes. Por eso, conocer cómo ajustar la temperatura de color manualmente te da mucho más control y fiabilidad.
¿Puedo cambiar la temperatura de color después de hacer la foto?
Sí, si disparas en formato RAW. El RAW conserva toda la información de la imagen sin compresión, lo que te permite ajustar la temperatura de color en edición sin perder calidad. Si disparas en JPG, también puedes corregirla, pero con mucho menos margen de maniobra y mayor riesgo de degradar la imagen.
¿La temperatura de color afecta al tono de piel en retratos?
Sí, mucho. Una temperatura de color mal ajustada puede hacer que los tonos de piel se vean verdosos, anaranjados o azulados. Para retratos, lo ideal es mantener una temperatura neutra (alrededor de 5.200–5.500 K) y, si usas luz artificial, asegurarte de que no genere dominantes indeseadas.
